Tres mil quinientas tres firmas fueron determinantes y el paso previo para la proclama de la Independencia del Perú por el general don José de San Martín. Correspondieron a los ciudadanos que existían en Lima, según el historiador Alberto Tauro del Pino, descontando a los esclavos (13 479), indios (4 332), individuos de castas libres (10 023) mujeres (11 898), clérigos y monjas (2 187), españoles emigrados de los ejércitos realistas y niños ( 7 205). Era el 15 de julio de 1821.
El virrey Joaquín de la Pezuela había sido destituido y fue nombrado en su reemplazo el virrey Antonio de la Serna. El pronunciamiento de Aznapuquio fue el documento que juzgó la dejadez con la que actuaba Pezuela frente al desembarco de las tropas libertadoras en las costas del virreinato y lo obligaba a renunciar a su silla en la Casa Real de los Virreyes del Perú.
El 20 de noviembre de 1820 San Martín había declarado la Independencia desde el balcón de Huaura.
El Ejército Libertador de los Andes había logrado posicionarse con éxito en el territorio peruano y su presencia envalentonó a los que estaban a favor de San Martín. Es así que la intendencia de Trujillo declaró la Independencia en diciembre de 1820 y le siguió la ciudad de Piura el 4 de enero de 1821.
Tras gobernar durante unos meses desde la capital, La Serna se vio rodeado por el general José de San Martín al norte, el general Juan Antonio Álvarez de Arenales al sur y la flota del comandante Thomas Cochrane, quien impuso un fuerte bloqueo al puerto del Callao, no solo con sus barcos, sino también con la fragata Esmeralda. Todo ello sin contar a los montoneros, tropas irregulares de indios y negros pobremente armados pero valientes al fin que asaltaban a cualquier grupo pequeño que quisiera abandonar la ciudad; sin contar tampoco a los oficiales del rey de España que se habían pasado al bando contrario, como Andrés de Santa Cruz, Agustín Gamarra y Juan Bautista Eléspuru, futuros presidentes de la República del Perú.
Los generales realistas eran literalmente realistas: sabían que ni la muralla ni los limeños soportarían una guerra en la ciudad, es así que optaron por salir de Lima el 5 de julio y retirarse al Cusco, donde fue instalada la nueva capital del virreinato. Todo era un caos. Una semana más tarde, procurando pasar desapercibido hizo su ingreso a Lima José de San Martín y pidió al alcalde conde de San Isidro que convocara a los limeños que tenían algún título nobiliario o ejercían algún cargo en la ciudad para que el 15 de julio de 1821 firmaran el acta de la Independencia. Reunidos en Cabildo Abierto los participantes, 3503, estamparon su firma y esta voluntad ciudadana hizo que San Martin acordara realizar la proclamación formal de la Independencia del Perú el 28 del mismo mes.
El 28 de julio de 1821 a las 10 de la mañana, José de San Martín realizó desde la Plaza Mayor de Lima la proclamación de la independencia del Perú. En la ceremonia estuvo secundado por autoridades de la Universidad de San Marcos, altos miembros del clero y jefes militares.
El marqués de Montemira acompañaba al libertador, llevando como estandarte la primera bandera. Don José de San Martín proclamó ante un público de más de 16 mil personas las siguientes palabras: “
El Perú es desde este momento libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende. ¡Viva la patria! ¡Viva la libertad! ¡Viva la independencia!”